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Jordi Alba como número dos culé

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Villarreal CF y FC Barcelona disputaron un partido muy interesante que sólo se decantó cuando se rompió la igualdad numérica en favor del líder. El alternativo planteamiento propuesto por el míster Javi Calleja, en parte provocado por las ausencias pero también buscando una adaptación, resultó tan eficaz que incluso, mientras competieron en 11 contra 11, la iniciativa perteneció, a los puntos, al Submarino.

El entrenador renunció a su 4-3-1-2 habitual y optó por un 4-1-4-1 en el que el central Rubén Semedo hizo de stopper. Su actuación fue tan curiosa como condicionante. En fase defensiva, cortocircuitó la zona de influencia de Messi rapiñando cada balón y motivando uno de los encuentros más imprecisos que se le recuerdan al argentino; si bien a la hora de atacar representó un obstáculo para los suyos tanto de cara a lanzar las transiciones como, sobre todo, en pos de mezclar el juego con fases de posesión amarilla. Dicho de otro modo, el Villarreal percibió perfectamente que requería de esa presencia defensiva en el pivote -y la añoró al perderla por lesión-, si bien pagó un coste elevado mientras disfrutó de ella. La sombra de Bruno Soriano es alargada. En el fútbol de hoy, los especialistas han perdido valor. Como se diría en el basket, es la era de los two-way players (jugadores capaces de colaborar con y sin el esférico).

Jordi Alba tuvo una influencia sideral sobre los 90 minutos.

Explicado esto, el Villarreal sacrificó caudal ofensivo pero no todo. Gracias a las maniobras de Trigueros y, en especial, el creciente Rodri Hernández, logró batir la presión en varias ocasiones y poner en ventaja a los extremos Raba y Roberto Soriano, que crearon peligro intermitente debido a las superioridades que exhibieron Alba y Sergi Roberto sobre ellos y a que Piqué y un sobrio Vermaelen cerraron con acierto las carreras del solitario Bakambu. El Barça, por su parte, desde un 4-3-1-2 en el que Denis Suárez malinterpretó el rol de Iniesta (bajaba demasiado a recibir y saturaba aún más los espacios donde aparecía Messi), era pura espesura administrando su inocente posesión.

Alcácer, de nuevo, logró liberar a Suárez y potenciar su aporte.

La inercia estaba girando de manera paulatina por el impacto de las subidas de Alba (a Mario cada vez le costaba más ajustar sobre él) cuando se produjo la acción clave del envite. Ya en 10 contra 11 y sin Rubén Semedo, el Villarreal improvisó un 4-4-1 en el que los centrocampistas exteriores hubieron de cerrarse para proteger al doble pivote y cercar a Messi. Ello desencadenó dos constantes. La primera, que sin tener a nadie ejerciendo de extremos abiertos, se quedó sin capacidad de transición, porque siempre estaba saliendo por fuera como paso intermedio hacia el “9”. La segunda, que Jordi Alba encontró muchos más espacios y activó la que, hasta ahora, es la jugada del Barça. Lo es porque es la única que desequilibra. Y también porque, de momento, aparenta ser más que suficiente. Es tan incontenible que lo más probable siempre parece que resuelva el partido.

 
 

Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images


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